Cualquiera que frecuente un supermercado o un parque habrá podido comprobar la pobreza lingüística de muchos niños que acompañan a sus padres o abuelos, no siempre atribuible a una supuesta pobreza lingüística de estos. El aprendizaje de la lengua va a la par del proceso de socialización del niño. El diálogo con el adulto, o los adultos que lo cuidan, acompañado de juegos y gestos, se produce con naturalidad en las distintas actividades diarias: en las comidas, al ir a la cama, cuando les contamos cuentos, etcétera. En un continuum de situaciones en que los adultos habrían de responder a las demandas infantiles con manifestaciones de afecto para que el niño crezca sano física y mentalmente. Y repitiendo e imitando y construyendo sones, rimas y palabras, aprenden a hablar. Antes en este proceso participaban todos: abuelas, tías, hermanos, además de las madres, era cosa de mujeres la crianza de los hijos. Hoy el núcleo familiar es cada vez más restringido, y diverso, aunque las familias nucleares son aún las más numerosas, hay cada día mas familias monoparentales, formadas por mujeres solas e hijos, pobres, además, lo que dificulta este aprendizaje de que hablaba. Pero a la vez hay cada vez más abuelas y abuelos que se ocupan de los niños. Lo que es bueno si no se abusa de su generosidad. Por un lado, por los vínculos afectivos intergeneracionales tan necesarios para todos, y por otro, porque se contribuye a la transmisión de la memoria familiar y personal. Y si puede ser la popular aún mejor. Me refiero a la parte específica del folklore de los primeros años de vida: nanas, juegos de falda y de dedos, canciones mágicas, trabalenguas, etcétera. Repertorios de rimas y retahílas que están compilados, o en internet, para todas las situaciones cotidianas: para aprender a comer, a andar, y por supuesto a hablar. Si hemos recuperado el tió en ciudades donde se había perdido, y muchas canciones tradicionales, en parte gracias a la escuela, tal vez podamos recuperar esta parte del folklore, que contribuye tanto al desarrollo de los niños durante la primera infancia, y por supuesto del lenguaje. Más que hablar tanto de ellos, hablemos con ellos, corrigiéndoles cuando sea necesario. Si hablan bien, comprenderán mejor cuando lean, y pensarán mejor. Y con la palabra dicha con amor y el contacto físico serán más felices.Amb més temps farem una llista de "nanas, juegos de falda y de dedos, canciones mágicas, trabalenguas..."
El racó de l'escola on us esperen les mil i una històries i un munt de coneixements
divendres, 5 de març del 2010
Parlem amb els nens
Des de La Vanguardia i de la mà de Carme Alcoverro:
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